Construcciones en piedra seca. 

 

El pasado año 2017, Chipre y Grecia, a las que se sumaron Croacia, Suiza, Eslovenia, Francia, Italia y España, con trabajos de Valencia, Cataluña, Baleares, Extremadura, Andalucía, Canarias, Galicia y Asturias, presentaron a la UNESCO, para que la calificara como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la técnica de construcción en piedra seca y sus manifestaciones. Se espera que a lo largo de este año 2018, la UNESCO, previa evaluación del Comité Intergubernamental de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, atienda la petición. 

 

Cabaña de falsa cúpula y piedra seca en término de Abárzuza, falda de Monte Muru, Tierra Estella.

 

Se llama construcción en piedra seca a toda aquella pared, muro de contención, cerca, pozo, cabaña y otras muchas, en que las piedras no están unidas por ningún tipo de mortero o argamasa, y se mantienen por su peso y correcta colocación.

 

Cabaña en San Felices de Gallegos, Salamanca.

 

Son, junto con el tapial, el adobe (hay territorios en los que la piedra no existe), y los precarios cobijos formados por ramas y otros materiales vegetales, la técnica más antigua que ha desarrollado el hombre para dotarse de un cobijo y, en numerosas ocasiones, poder desarrollar la agricultura (aterrazamiento de laderas) y la ganadería.

 

Tan antigua, que se considera nacida en el Neolítico, cuando el hombre pasó de cazador-recolector a agricultor, lo que le obligó a dotarse de un lugar estable en el que morar y protegerse. Por ello, ha aparecido en casi todas las civilizaciones, tanto en Eurasia como en África o América.

 

Cabaña en Estella, término de Valdelobos.

 

Una técnica que desde la mas remota antigüedad ha acompañado al hombre, y que por el abandono de la agricultura y ganadería tradicional, la desertización del campo, la “debilidad” de sus construcciones, y la ruptura de una tradición y técnica que ha venido pasando de generación en generación, corre serio peligro de desaparecer si no se valora y protege.

 

Conjunto en Oteiza de la Solana, Tierra Estella.

 

Podemos decir que, en este tema, el hombre ha hecho de la necesidad virtud. En laderas de imposible agricultura y/o terrenos pedregosos, con la piedra que extraía del suelo para obtener terreno cultivable, levantaba muros, aterrazaba suelos, o construía cabañas en las que descansar y protegerse de los elementos atmosféricos, permitiéndole incrementar las superficies de cultivo y facilitar su subsistencia utilizando los recursos que le ofrecía un entorno hostil.

 

Tholos del Romeral, Antequera, Málaga.

 

Si bien lo que ha llegado hasta nosotros utilizado en la agricultura o ganadería no va más allá del siglo XIX o XVIII, las cabañas de falsa cúpula y piedra seca, levantadas con materiales procedentes de otras anteriores situadas en la misma finca, tienen su origen en una tradición que, según André Varagnac (“Do caçador ao Camponés”, en “O Homen antes da escrita”, 1963) se remonta a la cultura mesopotámica de Arpachiya (IV milenio a. C.), antecesora de los tholos del Tesoro de Atreo (Chipre, siglo XIII a. C.) y del Romeral de Antequera (Málaga, 3800 años a. C.). Construcciones que, junto con dólmenes, crónlech y menhires, son una muestra del sentimiento espiritual de quienes los levantaron.

 

Cabaña en los Alpes franceses. Foto Cabal-Claude.free.fr

 

En el País Vasco y Navarra, en opinión de José Miguel de Barandiarán, el hecho de que las chabolas (que denomina «refugios ibéricos») y los dólmenes de los parajes pastoriles ocupen las mismas zonas, que sus entradas miren hacia el Este, y que ambas hayan sido levantadas en piedra seca (…), «parece revelarnos que la población eneolítica del País Vasco –al menos en gran parte- se dedicaba al pastoreo (…). Diríase, pues, que fueron pastores los constructores de los dólmenes del País vasco». 

 

Asentamiento en las islas Skelling. Foto Arian Zwegers e Irish Fireside.

 

Notable es el asentamiento de las Islas Skelling, en el condado irlandés de Kerry, formado por seis habitáculos en forma de huevo, levantados por monjes que se refugiaron en esos islotes en los primeros días del cristianismo irlandés, siglos V y VI, encabezados por San Froilán, discípulo de San Patricio. En esos islotes no crece ni un solo árbol, ni es posible la agricultura, por lo que las condiciones de vida de los monjes debieron ser un auténtico martirio.

 

Entre los asentamientos con zócalo en piedra seca y cubierta vegetal, destaca Skara Brae, situado en la bahía de Skaill, isla de Mainland, la más grande de las Islas Orcadas, considerado el poblado neolítico mejor conservado y completo del norte de Europa. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, consta de diez casas agrupadas, semienterradas, que debieron de estar habitadas entre el año 3100 y el 2500 a. C. 

 

Castro de Baroña, Puerto do Son, La Coruña.

 

En España, son notables los castros gallegos, inadecuadamente atribuidos a los celtas, y el asentamiento de Los Millares (Almería), datado en la Edad del Cobre (3200-2200 a.C.). Este último está formado por tres líneas de muralla concéntricas, y una ciudadela en el espacio más protegido. Situado sobre un espolón amesetado, y elegido por su posición estratégica, en el interior de las murallas se observan cabañas de tipo circular construidas mediante zócalos de mampostería de piedra, sobre los que se alzaba una cubierta a base de materias vegetales.

 

Cabaña de planta cuadrada, Aras, Navarra.

 

Cabañas de piedra seca las hay en España de planta circular y cuadrada, siendo las circulares las de tipo más antiguo, al ser esta forma de construcción la más sencilla de llevar a cabo. Ejemplos antiguos son los citados castros gallegos y el asentamiento de Los Millares, y ejemplos actuales o recientes los vemos en las chozas africanas, los tipis de Norteamérica y los iglús esquimales. Y circulares han seguido siendo la mayoría de las cabañas de los cazadores-recolectores, pues son habitáculos que se montan fácilmente y emplean materiales ligeros susceptibles de ser transportados para crear un nuevo asentamiento.

 

Transición entre el cuadrado y el cono en una cabaña de planta cuadrada en Morera, Álava.

 

El crecimiento poblacional de los asentamientos obligó a un mayor aprovechamiento del suelo, lo que unido a la necesidad de una mayor complejidad de los habitáculos forzó la transición de la planta circular a la rectangular. Así, en Palestina, hacia el año 7000 a. C las viejas cabañas circulares fueron sustituidas por casas de planta rectangular divididas en habitaciones.

 

Palloza en Piornedo, Lugo, Sierra de los Ancares. La descripción que Eugenio de Salazar hizo en el siglo XVI, es aplicable a pallozas como esta.

 

En España, ejemplos de esas antiguas viviendas, circulares u ovaladas, tenemos en las pallozas de la sierra de los Ancares, punto de encuentro de las provincias de León, Lugo y el Principado de Asturias.

 

Hace cinco siglos, el lugar de Tormaleo, en el concejo asturiano de Ibias, llamó la atención del magistrado Eugenio de Salazar por sus casas redondas, y «ninguna descripción mejor que la suya –nos dice Caro Baroja en “Los pueblos del Norte”- para llevar al ánimo del lector la idea de que, de la época de Estrabón a la de Felipe II, poco había variado la vida en las montañas astures». 

 

«Es la populosa ciudad de Tormaleo -dice Salazar- de hasta diez casas todas redondas (…). Dos puertas tiene cada casa, una al Oriente y otra al Occidente (…). En las dichas casas no hay sala ni cuadra ni retrete; toda la casa es un solo aposento redondo como ojo de compromiso; y en él están los hombres, los puercos y los bueyes todos pro indiviso, así porque todos son herederos de la tierra, como porque ni aun en las costumbres se diferencian (…). El hogar está en medio de esta apacible morada, porque de allí salga luz y calor para todo el circular aposento (…). Las dichas casas circulares son cubiertas de unos cimborrios de fina paja, y éstos rodeados desde el extremo hasta el coronamiento de unos rollos de bimbres».

 

Y sigue Caro Baroja: la casa circular «se encuentra en la parte meridional y occidental de Asturias. Llámanla ahora «corro» y a su lado hay otras construcciones circulares sin techo que sirven para los ganados. Tiene dos o tres metros de diámetro. En medio cuelgan los llares, y a las paredes hay adherido algún banco de piedra o el lecho. Es la casa típica de los «vaqueiros» (…). En medio de las brañas suele haber una de tamaño mayor, a la que llaman la «cabañona» o el «cabañón», que no es habitada, sino que sirve de centro de reuniones y deliberaciones».

  

Foto de la población de Saint-André d´Allas, en Dordoña, Francia

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Habitadas, y con falsa cúpula, han llegado hasta nosotros los famosos Trullos de la Apulia, Italia, construidos con dos capas. La interior con piedras en forma de cuña para conformar las partes curvas, y la exterior con losas ligeramente inclinadas para que la lluvia no penetre. El techo cónico se corona con una piedra trabajada que representa la firma del constructor. Fueron levantadas por primera vez en el siglo XVI, y se conservan unas 1.600.

 

Menos famosa es la población de Saint-André d´Allas (conocida también por Las Cabanes), cerca de Les Eyzies, en la Dordoña francesa, con sus gariottes, cazelles, bories o cabanes, que con estos nombres se conocen, toda ella formada por cabañas de piedra seca «para vivir» y para las actividades que requiere la población.

 

Cabaña en Artajona, Navarra

 

Las cabañas de piedra seca y falsa cúpula, en cada país y región presentan características propias, y reciben nombres como cabañas (Navarra y Cataluña), casetas (Aragón), caracolas (Jaén), guardaviñas (La Rioja), torrucas (Sierra Norte sevillana) chozos (Andalucía), buhardas o muros (Extremadura), corros (Asturias), bombos (La Mancha), furdas o chafurdoês (Portugal), barracas (Valencia y Cataluña) etc.

  

Conjunto de corros en los pastos de altura asturianos. Foto Cristina Cantero.

 

Como dice Cristina Cantero en su estudio “Técnica constructiva de la piedra seca en Asturias”, su construcción «se vincula con las comunidades rurales, sin que ello permita identificar grupos socioculturales o individuos concretos que sean los exclusivos conocedores y transmisores del elemento. La sencillez tecnológica, instrumental y formal de la piedra seca permitió que quienes así lo necesitaban pudiesen poner en práctica el elemento con autonomía, recurriendo a la reciprocidad equilibrada en su entorno: familiares, vecinos y amigos (…). Su experiencia en la construcción, que no en la técnica, la cual era de conocimiento ordinario, garantizaba la perdurabilidad y estética de la estructura o arquitectura.

 

La cultura –continúa- moldea el medio natural en el que se practica (…). En Asturias, los paisajes en los que se localizan las infraestructuras de piedra seca son fruto de esa acción cultural sostenida a lo largo del tiempo (…). En los cierres de fincas y bancales, la piedra extraída al acondicionar las parcelas se empleaba para levantar los muros sin otro aglutinante (…). Se trata de construcciones que podían levantarse sin la concurrencia de un experto, cuyos honorarios habría que pagar (…). Estamos ante un manifiesto pragmatismo, donde se busca y se obtiene el máximo rendimiento al mínimo costo posible».

 

Bombo de las tres cúpulas. Manzanares, Ciudad Real.

 

Razón por la cual autores como Lorenzo Sánchez López (“Las construcciones circulares de falsa cúpula: los bombos manchegos”. Zahora, Revista de tradiciones populares, nº 38) han definido la piedra seca como «la arquitectura del sentido común». Y Edward Burnett Tylor (“Cultura primitiva: los orígenes de la cultura”, Madrid, Ayuso, 1976), por su permanencia en el tiempo, sin experimentar cambios, la considera un «survival».

  

Cabaña en Morera, Álava.

 

Su construcción exige al campesino o al cantero una habilidad y un conocimiento especial, transmitido por la familia o la comunidad, que podemos resumir en la expresión «dos sobre una y una sobre dos» como forma de trabar las hiladas, de lo que depende la perdurabilidad de la obra. Su aparente simplicidad contrasta con la habilidad necesaria para construirlas, tanto a la hora de seleccionar el material adecuado a cada una de sus partes, como a su colocación, siendo más difíciles de levantar que las construidas con mortero.

 

Ruinas en Zanabe, Abárzuza. En el corte vemos la forma de trabar las caras y rellenar el interior.

 

Dentro de la piedra seca, las cercas se levantaban a dos caras, cuyo interior se calzaba y rellenaba con material de menor tamaño (ripios), colocando cada cierta distancia piedras que pasaban de lado a lado para unir ambas caras y dar solidez al conjunto.

 

Cuando las paredes de piedra seca formaban parte de una construcción mayor, fuera corral o morada, estas piedras pasantes, y otras semi-pasantes que se colocaban alternativamente en los dos paños del muro, se hacían notar sobresaliendo ligeramente de los paños, lo que permitía conocer el lugar en el que estaban y facilitar la apertura de huecos (ventanas o puertas) sin debilitar la estructura. 

 

En los muros de contención de bancales o terrazas, además de poner piedras largas que penetran en el terreno, el espacio entre la pared y la tierra se rellena de material pequeño que sirve de colchón y facilita la evacuación del agua.

 

Cabañas en Galdarráin, Estella. La inferior fue construida por mi abuelo, y en el dintel figura el año de construcción, que superpongo a la foto.

 

Para levantar las cabañas de falsa cúpula, tomando como modelo las de Estella, se allanaba el terreno y en su centro se colocaba un poste que servía de eje en torno al cual se levantaba un zócalo a dos caras, de altura variable (entre metro y metro y medio generalmente), a partir del cual se continuaba la cara interior estrechando el radio hilada a hilada, con ligera pendiente hacia el exterior, cerrando el círculo hasta que quedaba un pequeño hueco que se tapaba con una losa. La cara exterior se continuaba, sin abandonar la vertical, hasta una altura que variaba entre la mitad o dos tercios de la cúpula. Los huecos entre caras, que habían sido calzadas, se llenaban con piedra menor (ripios), y sobre la parte superior de la cúpula se colocaba tierra, plantando lirios que con sus raíces la sujetaban. Las piedras que conformaban el hueco de acceso, que se desbastaban para ofrecer unas caras regulares, eran las únicas que se trabajaban. En su interior podía haber piedras que servían de banco, y en las paredes, a cierta altura –generalmente encima del dintel-, había huecos ciegos en los que se dejaban las viandas a resguardo de los perros.

 

Cabaña en Valmayor, Estella. Es la de mayores dimensiones que se mantiene en pie en el término municipal.

 

Por el valor etnológico y estético de este tipo de construcciones, y buscando su conservación, no son pocos los territorios que han empezado a protegerlas. Por poner algunos ejemplos, la generalitat valenciana, en cuyo ámbito hay zonas de alta densidad, como Vinaroz, Villafranca del Cid (situada en un pequeño altiplano a 1.125 metros de altitud, con una temperatura media anual de 10,6 grados, y un terreno que en el siglo XVIII el botánico Cavanilles consideró pobre para el cultivo, tiene más de mil cabañas y supera los mil kilómetros lineales de paredes; cuenta con Museo de la Pedra en Sec, y rutas señalizadas), Callosa de en Sarriá o El Pinoso, las tiene declarada como Bien de Relevancia Local Inmaterial. 

 

Cabaña en Castrojeriz, Burgos.

 

En Aragón, desde el año 2002 tiene declarada la piedra seca de La Iglesuela del Cid (este pueblo cuenta con un sendero circular señalizado como PR-TE 70, en el que en poco más de dos horas se puede admirar al menos un ejemplo de cada uno de los diferentes tipos de construcción realizados con esta técnica: paredones, pasos, caminos empedrados, abrevaderos, pozos, fuentes, balsas, bancales y cabañas) como Bien de Interés Cultural, y en 2016 declaró las construcciones en piedra seca de la comunidad Bien Catalogado Inmaterial.

 

Cabaña en Pavirrio, Estella. Propiedad de quien esto escribe. Más de la mitad de las fincas de mi familia tenían cabaña de piedra seca. A las que eran de obra les llamábamos casetas.

 

En Cataluña, la Associació pel Desenvolupament Rural Integral de la Zona Nord-Oriental de Catalunya (Adrinoc) ha puesto en marcha una aplicación para teléfonos móviles que permite a los ciudadanos colaborar desde el terreno en la catalogación de este tipo de construcciones.

 

Y en el municipios catalán de La Fatarella, el año 2007 se organizó un campo internacional de trabajo, con una duración de 15 días, en el que participaron 12 personas de Francia, Rusia, Alemania, Turquía y Corea.

 

De la cabaña anterior, punto superior de la falsa cúpula. La losa que lo cerraba se solía retirar cuando se hacía fuego en el interior.

 

En la sierra del Torno (comarca del Jerte, Cáceres), con 145 chozos censados, basan en ellos su oferta turística.

 

En Le Breuil (Dordoña, Francia), las construcciones en piedra seca fueron clasificadas en 1995 como Monumento Histórico.

 

Y en La Puente del Valle (Valderredible, Cantabria), existe el Centro de Visitantes La Piedra en Seco, que yo visité hace ocho años, en el que se informa de la técnica constructiva y los paisajes resultantes, mostrando ejemplos de toda Europa.

 

En la finca donde está la caseta anterior, escalera para subir de una terraza o tablado (tablado es el nombre utilizado en Estella) a otro.

 

Junto a estos ejemplos, es frecuente ver noticias en la prensa de la existencia, valoración y cuidado de esas construcciones, y del interés que despiertan. Así, este verano, he podido ver en Francia, que el pueblecito de Camon (Ariège) busca en sus cabañas su desarrollo, organizando paseos guiados desde su oficina de turismo. Y en la ciudad de Foix una placa indica el sendero que nos lleva a sus terrazas y cabañas.

 

Tengamos en cuenta que, siendo testigos de la manera de vivir y trabajar en comunidades, con frecuencia de difícil subsistencia, las construcciones en piedra seca, que conforman paisajes antrópicos adaptados e integrados en el entorno, a su gran valor etnológico añaden un atractivo turístico que no debemos despreciar. 

  

Pared de Las Limitaciones, Améscoa. Foto Mendiak.net. Entre 1947 y 1953 se construyeron los 25 kilómetros de pared que separan Las Limitaciones de Améscoa con el común de la sierra de Urbasa.

 

Hasta la presentación de la candidatura a la UNESCO apenas se ha estudiado la piedra seca (la presentación va acompañada de un estudio de cada una de las comunidades que participan). 

 

Lampérez Romea (“Arquitectura civil española”, 1922) habla de la barraca catalana diciendo que «que esta humildísima construcción (…) reúne condiciones de alto interés arqueológico y curio­sas enseñanzas constructivas», sobre cuyos orígenes «nos re­montaremos acaso a los tiempos más lejanos y a los países orientales; en las comarcas de la Siria abundan y son prehistóricas».

 

Violant y Simorra (“Las barraques de viña de pared en seco del Pla de Bages”, Revista de Estudios Geográficos nº 55, 1954) dice que «debemos apresurarnos en recoger estos vestigios de arquitectura popular que el pueblo nos ha perpetuado a través de la tradición, más que milenaria, de culturas muy primitivas».

 

Las paredes que se ven en esta foto las ha levantado quien escribe este texto. Todo el término de Estella esta aterrazado, excepto su zona Sur y Sureste, abundando en él las cabañas y paredes. Así ha estado desde que Estella existe.

 

En Navarra, Leoncio Urabayen (“El hombre y el techo”, Revista Internacional de Estudios Vascos, tomo XVI, 1925) estudió un total de seis ejemplares en Legarda, Puente la Reina, Barbarin, Urbiola, Los Arcos y Viana. 

 

Y José Miguel de Barandiarán (“Contribución al estudio de los refugios del País Vasco”, Anuario de Eusko-Folklore, 1928), trató sobre dos ejemplares de Oteiza de la Solana y otros dos de Luquin.

 

Según Juan Cruz Labeaga Mendiola (“Las chozas de piedra con cúpula en Viana”, Cuadernos de Etnografía nº 34, 1980), único que en los últimos años las ha estudiado, algunos guardaviñas –así las llaman en Viana y La Rioja-  «han servido a lo largo de los siglos para refugio de los guardas de campo. Para la custodia de las pro­piedades se nombraban cada año entre los vecinos a los «custieros» que ha­bían de cuidar cada término. Estaban obligados a servir por riguroso turno de puertas de la villa y se constata esta costumbre desde el siglo XIV. En 1554 se obliga, por acuerdo municipal, a que los guardas construyan cabañas en su demarcación y pernocten en ellas con estas palabras: «ítem que los cus­tieros y guardas de campo de oy en adelante agan sus cabañas cada uno en sus custerías y duerman de noche en ellas y de día guarden sus custerías y asistan en ellas so la pena contenida en la ordenanza de la villa». (Archivo Municipal de Viana, legajo 15, Libro de Acuerdos, 1554, fol. 169). Las de Estella, por el contrario, no tienen ninguna relación con la custodia de las propiedades, siendo sólo refugios ocasionales.

 

En Viana y pueblos próximos predominan las cabañas de planta cuadrada, y la transición entre el zócalo y la falsa cúpula se hace mediante pechinas esquineras. Labeaga señala que las cabañas más antiguas tienen forma circular, siendo las cuadradas más modernas.

 

Cabaña en Ibarra, Estella.

 

Dado que en Navarra existen principalmente en la zona de Estella y su influencia a lo largo del Camino de Santiago, no es aventurado pensar que la técnica fue introducida por los primeros pobladores de la ciudad, originarios del Mediodía de Francia, con cuyas cabañas guardan gran similitud.

 

Cúpula de la cabaña que vemos en la foto anterior. El humo ha ennegrecido las piedras.

 

Estas construcciones suelen estar apartadas de los núcleos urbanos, bien por estar en pastos de altura utilizados en la trashumancia, bien en zonas despobladas o abandonadas, o en lugares alejados de los pueblos. 

 

En Estella tenemos la suerte de contar con innumerables bancales y cabañas de falsa cúpula en las mismas puertas de la ciudad, fácilmente accesibles, siendo un complemento perfecto a la “ruta del Zumaque” –ver el artículo que sobre esta planta hay en esta web-, cuyo mayor interés lo ofrece en la caída de la hoja, y cuyo territorio comparte. 

 

Apelo desde estas líneas a su protección y señalización, por la conservación del bien y por aprovechar su potencial turístico.

  

Cabaña en Ínsuas, villa de Soajo, sierra de Peneda-Gerês, norte de Portugal, casi en la muga con Orense-Zamora.

 

Nota: Un tholos es, en la arquitectura de la antigua Grecia, una construcción de forma circular. Las primeras casas de este tipo se remontan al Neolítico. Igualmente se denomina tholos a ciertas construcciones funerarias de planta circular, como los usados en la cultura micénica. El arquetipo de estas tumbas es el Tesoro de Atreo. Finalmente, tholos designa principalmente a un templo de estilo clásico, generalmente griego, de planta circular rodeado de una columnata. El más conocido es el tholos de Delfos.

 

Sus cámaras no pueden mantenerse por mucho tiempo al menos que se cubran con una masa de tierra que haga peso e impida su desplazamiento. Cuando la erosión elimina este aporte adicional de tierra, se produce su colapso.

 

Estella, agosto de 2018

 

 

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© Javier Hermoso de Mendoza